viernes, 15 de enero de 2016

Metas desalojadas

Para exigir todo el miramiento hizo de sanguinario.

Quemó y removió piel chamuscada de su cabeza. Y enterraba las uñas hasta que las cinco se encontraban entre sí, juntando todo eso que quería fuera de él, tirándolo después. Rascaba frenético, a lo enfermizo. Terminó con la cabeza irregular, derramando un vino profundo de sus capilares. Y la sobaba.
Quedó absorto unos segundos. Después, con dos dedos para ambos ojos, haló los párpados desde adentro. Quedaron colgados, con la mayoría de las pestañas tiradas. No veía, estaba excento del parpadeo. Así, con el motivo más claro por su indefinición, hundió un dedo a lo más hondo del ojo. Se encontró con una oquedad tapada de nervios que no lo dejaba ir más de allí. Lo comprendió y, desde donde había llegado, enrredó su dedo del nervio restante, empujó hacia fuera, con el ojo como ancla. Así el otro también.
Sin ninguna forma de ver.
La lengua la mordisqueó tan fuertemente que la molió. Era especialmente difícil removerla, pues no cabía la mano con sus movimientos enteros allí. Sólo se dedicó a morder. Al fin la decapitó y escupió. Sentía que se ahogaba por la falta de lengua.
En rodillas y con las palmas en el suelo, azotó su nariz y dientes hasta que se inflamó lo suficiente de sangre volviéndolo una pasta cruenta de hueso triturado bajo piel humillada. Sus dientes frontales estaban diminutos. Les daba golpes con el pulgar bien fortalecido por los demás dedos para tirar las sobras. Así, con los del frente deshechos, los otros saldrían mejor. No pudo remover más, pues hasta que llegó a las muelas. 
Agarró bien duro su viril y lo jaló con toda la furia ríspida agotadora. Era uno de los más complicados. Pellizcaba meticulosamente el ancho del pene. Cuando llegó a la pulpa escarlata palpitando de atención, pellizcó con más odio para arrancar, de una delgada hebra cárnica, todo ese lío.
Sus dedos los quebró. Hacia atrás y hacia delante. Deshabilitándolos. 

Sentó todo ese cuerpo inútil en el piso, y empezó a imaginar., inició su pensamiento infinito. Y entonces, nació un genio.