miércoles, 19 de abril de 2017

El Diablo verdadero



Completamente rojo; color rabioso, violento. Bastante alto y desnudo siempre. Sin piel en la cara. Y los músculos que hacen al gesto, sanos, como si de piel normal se tratase. Su mirada era rubia y de anaranjado llameante.

Éste permanecía sentado en un sofá, le veía la nuca hipnotizado, rodeándolo para verle mejor. Cuando estuve lo suficientemente a su vista se irguió para colocar su mirada en la mía. Me señaló con su dedo índice, y yo veía fascinado: Completamente rojo; color rabioso, violento. Bastante alto y desnudo siempre. Sin piel en la cara, y los músculos que hacen al gesto, sanos, como si de piel normal se tratase., y su osamenta bien maciza, rojiza, ancha. Su mirada era rubia y anaranjado llameante. A veces con magnífica cuerna.

Su seriedad era sospechosa y hechizante. Lo sabía todo, y yo lo vi. Lo estuve viendo, lo descubrí. Sin siquiera saberlo, me escurrí por su omnisciencia, encontrándolo en su concentración habitual con la que fabrica su arreglo eterno. Su universo.



Todo ésto en una casa de oscuridad parda. No era suya, más bien era su epicentro en ese instante por donde él trabajaba.